Jesse Kanda: Algunas ideas sobre la “belleza” del uncanny valley

Probablemente ya tienes una idea de él. Una cosa va con la otra: decir Bjork es decir Arca, y decir Arca es decir Jesse Kanda. Decir Jesse Kanda es decir “belleza repulsiva” o alguna otra invitación al oxímoron, pero el significado – o “mensaje” – de su trabajo está lejos de agotarse, ya que se trata de enunciados en un registro estético, visual y musical, circundando y dejando a un lado el mundo de las palabras y conceptos.

 

Para hacer arte, un buen precepto puede ser “ir en contra de la corriente”: Piensa en las fotos de Instagram sobre todas las cosas que nos gusta comer, coger o consumir y muestra exactamente lo contrario. El contraste resultante será refrescante, o por lo menos sobresaliente en el asco, odio, miedo o rechazo natural que nos provoque ¿Qué habremos logrado con esto? Para efectos de las impresiones superficiales, haremos pasar un disgusto a los espectadores, que nos tacharán de vanguardistas, fatuos rebeldes o intensos. Como un Duchamp ¿Puede ser bello un recipiente de desechos corporales? ¿Bello tipo “para poner en un museo”? Esta experiencia, nos invita a pensar, desde la sensibilidad, en otro mundos, otras ideas: a la inconformidad o transformación del breve mundo amurallado por la zona de confort.

 

 

Así como la ficción crea horizontes de posibilidad para la realidad – como el Capitán Nemo – la obra de artistas como Kanda moviliza nuevas ideas al contrastar con la sensibilidad cotidiana. Acercando lo bello y lo grotesco, como en sus figuras mutantes y carnosas, que pasan tranquilamente de los estándares de belleza, podemos pensar el cuerpo de manera distinta. No nos encontramos aquí con las modelos estilizadas y bonitas de American Apparel, cuyas poses de afectada sencillez y sonrisas sin picardía representan, aún, una cultura del bienestar y consumo corporales dominante, más imperativa que “casual”. En lugar de eso tenemos figuras antropomorfas casi sin rostro, bailando de manera mecánica y desagradable, en poses contorsionadas, torcidas como plastilina revelando la vascularidad, las tripas, las carnes flácidas o los huesos: aquellas viscosidades, laxitudes, desarticulaciones y profundidades del cuerpo generalmente ignoradas o rehuidas.

 

 

 

 

Hay una sincronía o solapamiento entre las creaciones de Kanda y su frecuente colaborador y amigo, Arca: La contestación a la armonía que invade los cuerpos del primero la encontramos en las música del otro, que si bien dista muchísimo – en género y pretensiones – de la música dodecafónica de Schönberg, permite la irrupción de otras voces en la armonía clásica occidental. Simultáneamente, ambos artistas son partícipes del quiebre paradigmático con las identidades de género y construcciones de la subjetividad tradicionales, Arca con su drag polifacético y carismático, dominando escenarios-pasarelas que contradicen las masculinidades estándar con un despliegue del poder de las “otras”.

Kanda con su busca de bellezas más allá de la piel, tratando de llevar los intestinos, la fibra muscular desnuda y sanguinolenta, los plexos venosos debajo de la piel y los excesos de esta al mismo lugar donde colocamos el six-pack, los glúteos definidos, las barbillas anchas y los rostros simétricos. Podríamos disputar el ascenso a la fama de Kanda como una mera consecuencia del hype y empuje gravitacional de sus más conocidos colaboradores, lo que es más, podríamos verlo como una iteración de tensiones que han estado presentes por largo tiempo en el mundo del arte. Sin embargo, comparándolo con otros artistas que abordaron la estética de la fealdad y la transgresión – pese a sus gruesas diferencias contextuales – podemos tener una visión más amplia de las repercusiones que este tipo de manifestaciones suele desencadenar:

– Cuando Ai Weiwei rompe una urna invaluable de la dinastía Han y vende fotos del proceso – recreadas en LEGO – a un empresario por 500.000 euros para luego, jocosamente, citar a Mao Tse Tung: “para construir el mundo nuevo hay que destruir el anterior” ¿Qué es exactamente lo que pasa? ¿Importa lo que el artista haga con aquél dinero? ¿Importa la revelación de que el valor de los objetos no habita en ellos, sino en su significado y uso? A diferencia de un ensayo académico, estas impresiones ocurren de manera sincrónica en el espectador.

– En la onda de lo grotesco ¿Es la Bio-lencia de Nelson Garrido una redundancia en un país donde la fealdad y violencia generalizadas son ignoradas? ¿Es un gesto caduco, dada su similitud con el Homenaje a la Necrofilia de Carlos Contramaestre en 1962; cuyo movimiento artístico se convirtiera en el nombre una librería pro-izquierdas? ¿Agotan estas consideraciones el valor de la expresión del artista? Ño.

 

 

 

En este orden de ideas, las contribuciones de Jesse Kanda no se quedan en un “mirarse el ombligo” desde una escena musical de “lo rarito y lo subordinado” que sale a causar revuelo gratuitamente. Se trata de una suma a los matices críticos que en aquella se producen, una colaboración a un movimiento artístico que cuestiona y transforma – y en sí misma – una experiencia estética novedosa, con algún deleite aún por descubrir, con una personalidad única y, fácilmente, distinguible.