2018 fue un año excelente para la cuntyness, realness y todas las formas subversivas del género, con artistas presentando brillantes contribuciones a la música under y mainstream desde lugares queer de enunciación. Si quieres hundir tu mano entre estas gemas, te presentamos nuestra selección del top 5 de artistas LGBT+ del año:
1. Sophie
¿Quién más en el mundo musical está utilizando los conceptos de Goffman sobre el despliegue de la identidad en la conversación sobre lo genderqueer? Bueno, probablemente mucha gente ya, pero la pista Faceshopping de Sophie se roba el espectáculo con su letra punzante y sus visuales ultraviolentas que reflexionan sobre la identidad como un producto a legitimar y consumir. Generalmente, estamos contentos de admitir el cariz contra-cultural del Drag y otras pasarelas que muestran cuerpos sexualizados: Sophie lleva estos enunciados un paso adelante, subrayándolos y colocándolos en negritas a través de toda su videografía. He ahí una artista conceptual, sin asomo de duda.
2. King Princess
Irredentamente lésbica y orgullosamente poética: rima y es verdad. King Princess tiene una complejidad dulce y tímida, que muestra su fuego íntimo y profundo sin darle mayor importancia. Suelta las estrofas de sus canciones con una actitud tan casual que cuesta creer que sean ensayadas, como algo ‘demasiado bueno para ser cierto’: habla de un sexo en el que dos almas se tocan, sobre la sacralidad del amor usando tonos de una novela noir anticuada salpicada de imágenes religiosas, critica a las niñas malcriadas del Upper West Side admitiendo su encanto, y bebe para recordar en vez de olvidar. Musicalmente, puede que caiga en un lugar bastante seguro del pop, pero ella está ahí fuera: no hay muchas otras estrellas pop lesbianas con cierta actitud de tomboy rocanrolero. No es como que acapare su lugar. Y debiera.
3. Yves Tumor
Hemos mantenido la vista fija en Sean Bowie desde sus comienzos. Conservando plenamente su estética de ensoñación tensa, es un políglota musical digno de su época, caminando sin cuidado entre los territorios del pop y lo experimental: sea lanzando retazos de found footage en medio de sus canciones, haciendo compases de ritmos estraños en loop, música de ascensores nostálgica como “The Feeling When You Walk Away”, pop cargado de ambient y canciones con un giro Alt-rock como “Noid”, que hablan del miedo muy posmoderno a salir a la calle, estar obligado a tomar pastillas y ser deshumanizado (muy probablemente con un aspecto étnico/racial por lo bajo). Así que de eso se trata: un artista.
4. Lotic
A veces el enunciado no se encuentra en las palabras, sino en los sintetizadores palpitantes como arañas neumáticas de metal que halan perillas y empujan platos en las mesas de CDJs y controladores midi, haciendo que todo sea un poco más gay en ostentosos clubes medio underground en Berlín. Algunas veces la estética de la cosa es más importante que su significado, y aquí es donde Lotic se juega. En lugar de una sola voz enmarcada, es una diversidad polifónica de artistas de la textura sonora: su último álbum, Power, es una muestra de fuerza en distintos ejes construida en tiempos difíciles cuyo producto final es impecable, con un diseño sonoro único en cada pista. Un triunfo de la sensibilidad sobre la materia. Calvicie aparte, podrían ser una especie de Michel Foucault musicales.
5. Jasmine Infiniti
“La música bailable como enunciado político” es básicamente EL tropo central de las revistas musicales contemporáneas, pero Jasmine Infiniti se toma esta visión muy serio en lo que respecta a su producción y trabajo como DJ, dos de los frentes en los que habla por sus hermanas de la escena del ballroom en NY y alrededor del mundo. Representando a la Casa de Infiniti por más de una década y trabajando como DJ desde hace tres años, no sólo tiene las cualificaciones y trayectoria para sostener su título de Queen of Hell, sino también las cicatrices y la sabiduría que obtuvo al caminar por el mundo como una mujer trans que no se conforma con una vida “privada”. SiS es un álbum que da cuenta de su perspectiva y el amor eterno de la escena del ballroom, que es, tal y como debe ser, una gran producción en su alcance y narrativa.