Esta semana WIDE Recomienda es asaltado por enunciados feministas, dulzura que derrite corazones y un soundtrack para una obra de teatro con H. R. Giger en la dirección de vestuario: un cóctel para complacer a los paladares avant-pop más exigentes y a aquellos que necesitan una buena dosis de violencia simbólica :3
1. Karnage Kills – Timberlands
Pues sí, la revolución queer será monetizada. En un mundo en el que cada estética musical puede a veces confundirse con un sólido edificio de significados, el movimiento queer ha llegado para disolverlo todo a su estado de sopa primordial baumaniana. Como señalan los chicos de Noisey “Timberlands” lleva algún gustillo subversivo en tanto que uno no puede pensar en la marca sin luego nos venga a la mente la imagen de Drake junto al starter pack del artista de Hip-hop de los dosmil diecialgo. Este giro deconstructivista lo encontramos por todo el video, en el que Karnage es lo contrario a las bailarinas de los vídeos de hip-hop: no es parte de la escenografía, sino el protagonista, cambiando de lugar con el emcee y dejando en lugar de aquél a su (no added sugar) daddy. Y así de fácil se desvanece el ethos hipermasculino del rap.
2. Doja Cat – Moo!
Este video es como una de esas cosas que uno ha venido anticipando toda la vida, y no como “algo sorprendente” sino como algo que siempre estuvo ahí, esperando a convertirse en cultura pop. Y la verdad es que, pues, sí se las arregla para sorprender: una agradable conjugación de tendencias no-tan-mainstream en un paquete sexy y ensoñador. Las cuerpas thicc son un producto de finales de los 2000s, una evolución natural del tropo memético DAT ASS que fungió como una digna competencia al bikini bridge, el thigh gap y el más reciente toblerone tunnel. Las teticas de ánime, el pixel art y la música comfy – para quedarse en pijamas durante un día de lluvia – eran cosas que uno se conseguía en los chans antes de la crisis del Vaporwave. Entonces cuando Doja Cat aparece y toma estas influencias, cantando “Bitch, Imma cow!” y sacudiendo sus carnitas sobre una memegrafía cuidadosamente seleccionada, con hamburguesas que cabalgan, las verdes colinas del protector de pantalla de windows XP mientras toma un milkshake rosado y hace referencias a Kelis… pues… se siente como si cosas de los más diversos lugares del internet encontraron un hogar, encajando perfectamente. Por un momento, everything’s in its right place… y me hace sonreír (me importa un pito lo que a tí te parezca).
3. Lechuga Zafiro – Testigo
El productor uruguayo Lechuga Zafiro acaba de lanzar su último EP adjunto al catálogo de NAAFI, haciendo una sustanciosa contribución al sello, reconocido por sus sonidos inhóspitos y una filosofía de diseño innovadora. “Testigo” puede muy bien ser su propio canon, presentándonos una colección de pistas difícilmente bailables (a no ser de que intente apelar a las raves acidificadas). Descrito como un intento de juntar la bass music con sonidos autóctonos latinoamericanos, el EP presenta una combinación extraña de sensaciones: de bestias salvajes y lóbregos paisajes posnucleares. Si hay algo bailable dentro de este EP es más una cosa de tentáculos que de brazos o piernas, para rápidas escaramuzas de lo siniestro en lo mundano, como en una película sobre un chico o chica normal con ocasionales ataques de esquizofrenia :3
4. Brooke Candy – My Sex ft. Pussy Riot, Mykki Blanco, MNDR
El último video de Brooke Candy no es exactamente algo perturbador para el consumidor de medios aclimatado de finales de década, pero sí es todo un enunciado que permite pensar cómo hemos evolucionado como audiencia: por supuesto, a algunas personas algo así todavía les puede frikear ¡Pero vaya que hemos andado un trecho desde los noventas! Para alguien quien esté más o menos relacionado con los cambios en los roles sociales y de género de las últimas dos décadas el mensaje es claro: una altanera y violenta manifestación de poder sexual (¿es que hay otro distinto?) por parte de mujeres notoriamente aguerridas y un representante de aquellas llamadas ‘minorías’ que se han liberado pese a los arcaicos intentos del mundo por mantenerles oprimidos, marginalizados o invisibles.
Una pieza en la que se hilvanan el vogue, el punk y el electroclash. El strip club, la pasarela y el púlpito. Cuerpos y dildos con la textura plástica de los objetos, con una desnudez desafiante, entre la vulnerabilidad y el ser la mercancía más buscada, pero empoderados en su intención: no hay vergüenza en los cuerpos que se muestran como desean que sean vistos quienes los habitan. La desnudez trasciende a la objetificación cuando deseamos estar desnudos y tenemos control de nuestro cuerpo.
En pocas palabras, estos artistas nos dicen “Esto existe, esto es la verdad, esto es lo que somos y queremos, independientemente de lo que opine cualquiera”. Y, pues, no se equivocan.
Daniela Andrade se crió en Canadá, pero es de herencia hondureña, y es uno de esos poco frecuentes casos de artistas indie-pop que alcanzan la fama, creando una persona musical que exuda simplicidad y sensibilidad: definitivamente, muchos chicos universitarios émulos de Devendra Banhart hallarán en ella a la mujer de sus sueños. Conforme fue desarrollando su estilo, empezando con covers hasta producir canciones de su autoría, se ha tomado un tiempo para contemplar su herencia latinoamericana y, como hacen los artistas, hablar del tema. “Genesis” es el resultado de ese proceso, del pensar y sentir con una identidad cultural un poco lejana, en esta caso con un retrato profundamente tierno y cálido, en el que la poesía se combina con las imágenes de lo que (parece ser) un San Luis Potosí: pasando el rato con luchadores, catrinas y lugareños capturados en película de 16mm.
6. Yeule – Pocky Boy
Hace un par de semanas que Yeule apareció en el radar de Youtube dándole un revestimiento visual a su sencillo ‘Pocky Boy’, bailando en las ruinas de un edificio abandonado y bajo distintos filtros de colores junto a un par de amigas kawaii-punk, con las que se da un pequeño tour en pantaletas para terminar con un ojo ensangrentado. El video nos tienta a hacer una sobre-lectura (errada) y encontrar alguna metáfora a la sociedad post-industrial, pero esto no sería extraño viniendo de Yeule, quien se basta de insinuar pequeñas cosas para hacer enunciados críticos – después de todo “Pocky Boy” es una contravención del universo simbólico del Pocky, generalmente habitado por niñas kawaii con orejitas de gato, parte de esa conocida afición japonesa de infantilizar y erotizar simultáneamente (´・ω・`)